[...] Amo los discos y detesto los conciertos. Me gusta esculpir el tiempo musical a mi aire, en el momento oportuno, un poco por sorpresa, en el ambiente propicio, y no sentado en una estrecha butaca, obligado a permanecer inmóvil, rodeado de cientos de personas igualmente rígidas, en un silencio artificial cargado de toses y de falsa compostura. Lo que ocurre que ellos, los músicos, son mis mejores amigos, y su lenguaje es el que más me llega. Me llega al cerebro, al intelecto, a las entrañas. Ocurre que ellos (algunos de ellos) han conseguido crear unos islotes de excelencia dentro del gran mar de la majadería humana; ellos (algunos de ellos) forman parte de ese club que lleva la antorcha, el de los maestros de las catedrales medievales, pongo por caso, el de quienes se asombraron, rezaron, maldijeron, meditaron, se perdieron...Cuaderno amarillo, de Salvador Pániker. Random House Mondadori. Debolsillo. Barcelona, 2003. (Pàgines 45 i 276, respectivament.)[...] detesto ir a una sala de conciertos a "escuchar" música. La música no tiene que escucharse. La música tiene que cogerte de improviso, incorporada a la vida, en alguna situación no programada. (A menudo, en las noches, coloco al azar, a ciegas, algunas de mis casetes en el aparato de música: el placer se incrementa con la sorpresa.)
Anteriors textos de Pániker en aquest quadern:
1 comentari:
Molt bo, de debò!
Ho sento per l'spamming que t'arriba.
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